Conversaciones imaginarias con él


Él: ¿Y de qué vamos a hablar exactamente?
Yo: No lo sé. Se me ocurrió escribir esto mientras estaba en el baño del trabajo. Tú sabes que esos son momentos brillantes para mí.
Él: Sí, lo sé. Me lo has contado en repetidas ocasiones. Igual que lavarte los dientes.
Yo: Sí, es raro. ¿no te parece raro?
Él: Bastante. No estoy seguro de que a mí me pase algo similar.
Yo: ¿Te parezco muy rara?
Él: A veces. Eres rara en la medida perfecta.
Yo: ¿y loca?
Él: también. Pero así me gustas.
Yo: Tú me gustas callado, aunque a veces me inquieta ese silencio tuyo.
Él: ¿En serio?
Yo: Sí. Por eso hablo mucho. Intento no quedarme en silencio.
Él: No sabía.
Yo: Alguna vez te lo dije, que me ponías nerviosa, y por eso hablaba tanto.
Él: Definitivamente hablas más que yo. Es un hecho.
Yo: Pero tú escribes mejor que yo.
Él: No digas eso.
Yo: Claro que sí. Tú escribes todo el tiempo. Hasta tienes un libro. Yo no escribo más de una hoja a la semana. Es una mierda y lo sabes.
Él: (Silencio).
Yo: Tu libro definitivamente te hace mejor persona que yo.
Él: No sé si mejor persona. Escribimos cosas diferentes.
Yo: Sí, tú escribes de política y de curiosidades en internet y del fin del mundo, y yo de recomendados de televisión, eventos de magia en la ciudad y libros que nadie leerá porque son demasiado aburridos.
Él: Pero más adelante escribirás más.
Yo: ¿y qué pasa si no quiero seguir escribiendo para esto?
Él: Pues no lo haces. Y ya.
Yo: ¿Será que es así de fácil renunciar al periodismo? Hace mucho no sentía estas ansias locas de escribir algo. Y menos me salían así de la punta de los dedos.
Él: (Silencio).
Yo: No creo que sea capaz de renunciar a escribir. Igual, si no escribo en el periódico, escribiré en el blog, en mi agenda negra, en mis paredes  y así.
Él: Lo sé. Creo que a veces me canso de escribir tanto.
Yo: Yo también, pero de escribir babosadas. De esas de todos los días.
Él: ¿Esta sería una de esas?
Yo: No. Esta no. Tú y yo, no.
Él: No somos una babosería.
Yo: Bueno, cuando nos damos besos podríamos ser una babosería.
Él: Cierto.
Yo: La palabra babosería me suena a fábrica de babas.
Él: o de babosas.
Yo: Cierto.
Él: ¿Esta conversación tiene algún destino?
Yo: No lo sé. Sólo me imagino esto y sigo escribiendo. Ya hablamos de libros, de babosas, de rarezas, y aquí seguimos.
Él: Bueno, sigues tú y tu imaginación. Yo no estoy aquí.
Yo: Sí, sí, sí. Hoy, en esta conversación eres producto de mi imaginación.
Él: Aunque algunas cosas de estas sí las hemos hablado en la vida real.
Yo: Sí, exacto, como la de mis rarezas. Eso te lo pregunté este sábado, durante la fiesta. Tus amigos también son raros.
Él: Me dijiste que eran hipster.
Yo: Bueno, y lo son. Ese día, afortunadamente, estaba vestida con una camisa de leñador y tenía colorete en la cartera. Así me mezclé entre ellos.
Él: Sí, estabas linda.
Yo: ¿Me dices que sin colorete no te gusto tanto como con colorete?
Él: Tal vez. No lo sé. Tu yo imaginario no sabe que diría el yo real.
Yo: Es cierto. Meh.