Urbe de colores

Lo que leerán a continuación es una serie de crónicas de menos de 100 palabras cada una. Se relacionan desde la ciudad, el contexto que día a día nos une. Observaciones inéditas de los desprevenidos.

Silenciando al Jazz

Este año el piano de Ziegler no se escuchará en Manizales pues la ciudad de las puertas abiertas las ha cerrado para el jazz. En su lugar se escuchará el silencio ensordecedor de la indiferencia. De una sociedad

que sigue pensando que el progreso se mide en el número de centros comerciales y salas de cine. Y Ziegler con sus recuerdos de Piazola deberá encontrar otro lugar.



Tomando el sol

El sol cae sobre uno de los santos de fibra de vidrio que cuidadosamente está en una de las

puntas de la torres de la Catedral Basílica de Manizales. La noche se aproxima, los turistas lo señalan y toman fotos de la réplica mohosa. Clic, clic. Ellos no saben que a punta de pico y cincel tumbaron las originales debido a su peso, de varias toneladas.

El chulo enchulador

Abre sus alas, la despliega, las sacude y aletea sin levantar vuelo. Es un chulo, un gallinazo, de cabeza reseca y cuerpo negro como la noche. Voltea su cabeza y a sus garras tiene la panorámica de la ciudad, desde el centro hasta La Enea. Sin darse cuenta, con las garras pule la calva de la estatua, mira a los hombres que lo rodean desde el corredor polaco y emprende su vuelo hacia la siguiente calva: San Antonio. La Catedral ne servicio de peluquería si usted es una estatua.

Mira como se mueve

Era amarilla, con tatuajes negros en su piel; andaba perdida en el cielo, aprovechando las corrientes de aire que refrescan a Manizales. Su cola de colores se sacudía al ritmo del viento, desplegando colores con cada rayo de sol. Una cuerda imperceptible al observador descuidado la controlaba, mientras que en la tierra, en algún lugar, alguien estaba elevando una cometa de plástico amarilla con cola de colores.

Bolas de colores

Se agacha, toca, mira, palpa y se ríe con sus amigas. Se corre hacia la derecha y después a la izquierda, se mete debajo de la estatua y sonríe para la cámara. Sus amigos se ríen también. Son tres adolescentes en El Cable, que junto a la estatua de un toro saltando, toman una fotografía para recordar que el pene de un toro estático que tiene las bolas pintadas es un mejor recuerdo que comer perro barato en medio de la noche. Whisky.