Palabras inesperadas

Lo confieso: soy inconstante. Pero no siempre es así. En realidad hoy tengo que escribir una disculpa, porque desde hace más de un mes no escribo nada ni para mi ni para otros, o bueno, nada que sea remotamente decente.

Supongo que en algún post pasado había mencionado mi pequeño problema este semestre: la televisión. Digo problema porque, a comparación con mis tres semestres anteriores, estoy trabajando de una forma esclavizante (y no divertida). (Suspiro). Quiero que sea diciembre para poder escribir otra vez como en junio, donde llené este blog como nunca.

Hace un par de meses, aún en este semestre pero apenas empezando, estaba sentada en Juan Sebastián Bar. Uno podría decir que es de esos bares especializados, donde uno conoce a todos los clientes así sea de mirada; donde los meseros son bonitos y las meseras amables y oscuras al mismo tiempo. Queda en la Avenida Santander, en la mitad de la zona rosa manizaleña, y sin embargo pocos lo conocen.

Ponen jazz. Ese día estaba escuchando temptation de Diana Krall, y recordando otras épocas en el mismo bar. Me senté donde normalmente lo hago, en esa mesita de 4 puestos que queda detrás de la columna que sostiene la barra alterna del bar. Estaba relativamente bien acompañada, y pero mi compañía nunca se dio cuenta de que escribí.

Antes de que lo lean, tengo que aclarar que no soy poeta. En realidad es una de esas cosas que todo el mundo intenta hacer pero a pocos les sale. Yo soy una de esas tantas que fracasa en el negocio, pero no me importa. Me da pena, pero no me importa. (risa).

El azucar en el plato.
El azucar en la cuchara.
El azucar en tus ojos.
El azucar soy yo.
Yo en el beat del jazz.
Yo en tu pasado.
El café en el tiempo derramado.
La porcelana sobre el café derramado.
El dulce beat del yo.

(La boca queda sabiendo a café).



Estoy más lejos del mundo últimamente, entonces leo poco y me concentro en mi misma para sobrevivir a la ingratitud de la televisión. Hoy leí algo que me dejó un sabor en el corazón extrañamente inadvertido. Es dulce, sí; es cálido también; y lo más hermoso es que no entiendo el rastro. Es hermoso. (Sonrisa).

Hoy recibí unas palabras inesperadas que me hicieron despertar de la catalepsia en la que me encontraba, adormecida por el ruido del mundo dentro de mi misma, y al mismo tiempo mirando con los ojos como vidrios, viendo la vida pasar.