Mejillones

El chorro de agua estaba disperso como siempre. El agua caliente había convertido al baño en un sauna sin eucalipto en menos de 5 minutos. Se metió lentamente a la ducha, cerró la puerta corrediza y después se sentó en el piso. El dolor de cabeza, cortesía de la resaca por la fiesta del día anterior, se estaba agudizando.

Las entrañas le ardían un poco, y la piel, ya roja por el agua caliente, parecía una vasija de barro roja y agrietada. Afuera, el mundo parecía deterse, y por instantes, regresar. Miró al piso, mientras el chorro le caía en la cabeza, y se dio cuenta de que una de las baldosas de marmol tenía un rostro.

Miró el rostro en el marmol, e imaginó que lloraba. De su ojo brotó una lágrima imperceptible. Hay que limpiar la ducha, pero será mañana. Se quedó allí, inmovil, hasta que