Más que escribir, busco en la palabra un refugio. Un abrazo. La palabra me lame las heridas como un perro fiel lame las propias, y se enreda entre la maraña de su pelo, descuidado por el tiempo, para dormir. La palabra me quema un poco, me corta un poco, me golpea y maltrata. Sim embargo, yo vuelvo a ella.

Un tiempo es como una palabra. Se aplica a toda situación y a todo lugar, personaje, nudo, desenlace. La universidalidad de ambas, el tiempo y la palabra, superan incluso la escritura y los calendarios.

Por eso, cuando pienso en perderte un poco y renunciarme, busco la palabra. Lo más cercano a dejar de sentir el mundo en el que vivo es escribir letra por letra, palabra por palabra y renunciar a todo. Huir, no renunciar.

Es así como mediante palabras pido tiempo para valorar el porqué una acción vale más que una palabra, pero una palabra vale más que el tiempo mismo. Tiempo para valorar acciones y recordar los orígenes de las palabras.

Pronunciar dos palabras no es lo mismo que escribirlas. Sentir no es lo mismo que huir o temer.

Tiempo.