Ella, que todo lo desprecia


Tiene 20 pero parece de más. Mazarine es blanca como la nieve y de cabellos negros. Sus ojos, oscuros y profundos como un pozo, son un complemento perfecto para su insensible y manipuladora personalidad.

No es gratis que sea una mujer de familia respetable y tenga moral y ética de las propias. No es gratis que haya sido socia del club más elegante de la ciudad. Tampoco lo es que sea una arpía resentida con el mundo y que haya olvidado la sensibilidad.

Mazarine creció en una familia acomodada en la ciudad. Estudió en el mejor colegio, donde entre clases de inglés y francés electivo se cultivaba como una joven digna de las nupcias triunfales a pronta edad. Visitaba los mejores restaurantes con su familia y vestía siempre lo mismo que los maniquíes de las vitrinas.

Sus padres llegaron al final de sus obligaciones conyugales creyendo que era insoportable vivir en armonía con Himeneo. Un divorcio. Un trauma. El inicio de la insensibilidad rapaz. La pérdida de la inocencia, de la infancia y por lo tanto, de ella misma.

Mazarine perdió sus dotes como posible doncella, y después regaló los únicos que sólo ella podía ofrecer. Las flores entre sus dedos y las coronas de flores se convirtieron en espinas. Su pasado la acechaba y decidió revelarse contra él de la forma en la que más le doliera.

Con el cambio de posición social y económica, se encontró del otro lado de la sociedad. Una marginada por sus propios y una forastera entre los que la rodeaban. Mazarine despreció todo aquello que la había educado, todo lo que había sido tan conveniente y casual, todo. Pero tampoco decidió adaptarse a su nuevo mundo. A ellos, ella los despreciaba también.

Así fue como Mazarine aprendió a desplazarse por los mundos, los bajos y los medios. Rencorosa con los altos, mutó en una mariposa cuyas alas se quedaron desteñidas. Perdió las acciones en el Club y el puesto número 12 en la lista de asistencia de aquel colegio. Fue transferida a un colegio de monjas donde se convirtió en una pequeña regalada, con moños en la cabeza y encaje negro barato.

Pasaron los años, ingresó a la universidad y siguió siendo la misma resentida disfrazada en chaquetas baratas y bolsos regalados. Consiguió acompañantes iguales a ella, pero de otra calaña. Se ajustó al medio en el que terminó. Se convirtió en una chapola.

Y es así como, entregada a los bajos mundos, estudia de día y reniega del mundo. Se ríe, insulta a sus amigas, hiere y escarba las heridas. Disfruta haciéndolo. Es una amante que se regala egoístamente. Ella, que todo lo tuvo, todo lo desprecia.